martes, 16 de marzo de 2010

Reencuentro

_____________________________________________________________________________________

Otra vez lo estoy mirando –más bien, admirándolo-, luchando con la persistente y poderosa tentación de traspasarlo. Siempre me intrigó; es decir, desde que lo descubrí. Supongo que la lógica curiosidad por lo desconocido me desafía e impulsa a pasar al otro lado, dispuesto a explorar hasta el último rincón y saber de una vez por todas qué ocurre allí; qué secreto oculta. Sin embargo, el intenso deseo claudica ante el pavor que me inspira, la fuerza incontenible del miedo prevalece sobre la curiosidad.
Simulo desinterés y lo dejo, ya llegará el momento de desentrañar el misterio, estoy convencido de ello… tiempo al tiempo.
Intento olvidar las ansias acuciantes de tomar por asalto al muro e invadir sus dominios y repaso como un autómata el pasado, rememoro personajes y acontecimientos; y, como suele sucederme hace algún tiempo, se desata un torbellino de recuerdos que no son precisamente simpáticos ni agradables.
¿Tiene algo de grato encontrarse de pronto sin trabajo, eh? ¿O de la noche a la mañana, perder a tres amigos en un accidente automovilístico? ¿Hay algo peor…? Sí, ver cómo Beto, mi mejor amigo –mi hermano, podría decir-, arrastra penosamente su existencia, atormentado, sintiéndose responsable de esas muertes. ¿Culpable por conducir un vehículo y no poder esquivar al camión que se cruzó de carril? ¿Acaso la borrachera del camionero era también responsabilidad suya? ¡Pobre!, salvó milagrosamente su vida pero no volvió a ser el mismo y presumo que nunca lo será.
Los pensamientos avanzan por caminos tortuosos, está visto que volveré a pasar la noche en vela, el insomnio se ha enquistado en mí y para colmo, en la oscuridad, reaparece el oscuro paredón, tétrico, negro, ¡tan renegrido…! Ya no sé si es desvarío, locura o realidad; pero está siempre ahí. Ahí… casi al alcance de la mano.
“¡Señor…!”, intento musitar una plegaria y como jamás rezo, fracaso.
Tras poderosos esfuerzos logro relajarme. Luego, en forma gradual, lenta, muy lenta, un tenue sopor me invade, domina mis sentidos y llega el alivio, aunque efímero.
Los recuerdos sobrevuelan como moscardones, insisten implacables y continúan atormentándome.
Un aciago día, otro golpe terrible, ¡el peor!
Beto, en forma absurda, es ejecutado por la extraña burla de un destino cruel. Realiza una maniobra desafortunada con su auto, y pierde la vida.
Él arribó a la paz, ahora habita la morada del sosiego definitivo; en cambio para nosotros comenzó el tormento, el dolor visceral por tan irremediable pérdida.
Permanezco inmóvil, cual sumido en éxtasis profundo. ¡Ah, nada es comparable al placer del espíritu liberado! ¡Parece mentira que pueda existir tanta paz!
Repentinamente, emerge de la nada; su renegrida mole se destaca entre la espesa niebla. ¿Es real o lo imagino? Me refriego los ojos para aclarar la visión.
“Pero… ¿qué pasa –me digo-, nunca me libraré de su funesta influencia?”
¡Seguramente es una alucinación! Superponiéndose a la imagen espectral y desdibujada de la muralla distingo a Beto, mi amigo, mi hermano del alma. Sonriente, saluda con un gesto y tiende los brazos.
“¡Es imposible–reflexiono-, está muerto!”
Luchando con la aprensión voy a su encuentro. Al avanzar percibo en mí cierta levedad. Me noto extraño, ingrávido, etéreo, volátil. La intensa bruma que nos circunda difumina los alrededores; hace irreales los objetos. El aspecto de mi amigo tiene algo de fantasmal, un escalofrío recorre mi espalda.
-Gracias por venir, te esperaba ansioso, Carlos –su voz dulce, tenue, casi inaudible, se asemeja al leve susurro de la brisa. Quisiera responder y no puedo.
Lo veo tan feliz; sí, inmensamente feliz…
De repente, quizá contagiado por él, me embarga una dicha inefable, desconocida hasta entonces. Doy un último paso casi arrastrando los pies y nos fundimos en un abrazo, un abrazo sin final… sin final.
Por sobre su hombro, observo el muro.
¡Es blanco!


Nemesio Martín Román
Arias, Córdoba, República Argentina

No hay comentarios:

Publicar un comentario