martes, 16 de marzo de 2010

El olvido (*)

_____________________________________________________________________________________

Fue eso, un simple olvido nomás…
Desde su llegada a la estancia, adquirió la costumbre de ir al pueblo a media tarde, deambular un par de horas y recalar por último en el club, donde, entre amigos o en soledad, bebía hasta perder el control.
En el verano lo mandaron al campo, precisamente para alejarlo de ese tipo de vida; la vida licenciosa y descontrolada que llevaba en la ciudad.
Se habituó de tal manera a la nueva rutina que no extrañaba lo más mínimo todo lo que dejara en la capital.
Dinero no le faltaba, podía hacer y deshacer a su antojo, lejos además del control de sus padres, que fue perdiendo energía y eficacia conforme cumplía años; ahora disponía de todo, hasta le asignaron un viejo Jeep que funcionaba a las mil maravillas, a pesar de llevar tiempo arrumbado en un galpón, casi sepultado bajo una estiba de bolsas de semilla.
Entre sus berretines figuraba uno especial, entraba a marcha lenta al parque de la estancia, bajaba del vehículo y se tiraba con ropa y todo a la pileta. Por si se topaba con alguien, esto le despejaba la mente y disimulaba en parte la baranda a alcohol. Ingresaba con el motor regulando para no despertar al personal, ocultar la hora de regreso y el estado en que lo hacía.
Era tal la premura para tomar el baño que muchas madrugadas dejó el motor en marcha y hasta las luces encendidas.
Esa noche, fue como tantas otras, pero con una variante…
Se hamacó sobre la tabla, tomó impulso y saltó.
En el tiempo y espacio que media desde el trampolín al chapuzón, abrió desmesuradamente los ojos al recordar…
¡Esa tarde vio cuando desagotaban la pileta para lavarla…!


Arias, Córdoba, República Argentina. 03-03-2010 09:44 Hs.

_____________________________________________________________________________________

*) Con la correspondiente adaptación literaria, esta historia es absolutamente real.

No hay comentarios:

Publicar un comentario